Saturday, December 19, 2009

ANECDOTAS DE FAMILIA- EL DIA QUE VI LA REALIDAD DE LA VIDA


Masaya, Nicaragua
Contiguo a la estacion
1976

"Mejor es ir a casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello es fin de todos los hombres, y el que vive lo pondra en su corazon."
Eclesiastes 7:2

"El día que vi la realidad de la vida"

"Todos tenemos que morir un día" Esto fue lo que pensé la primera vez que vi a un muerto por primera vez cara a cara. Me asombre que no estaba asustado o sentía temor, talvez porque nunca había visto o conocido a la difunta en vida. La cara de la fallecida estaba serena y calma, era alta y delgada, tenia cara larga y fina, de cabello negro y liso. Se miraba como si solo estaba durmiendo. Yo estaba solo con ella y lleno de curiosidad. La observaba detalladamente de cabeza a pies, y decide tocarle la mano para sentir como se sentía la muerte. Al sentir su piel me sorprendí que se sentía fría y tiesa, así fue como la realidad de la muerte se registro por primera vez en mi vida. Me quede pensando en todos los acontecimientos que me habían traído hasta allí ese día. Temprano durante el día el pastor de la Iglesia Pentescostal de Masaya, Guillermo Martinez había llegado inconsolable y quebrantado a contarle a mi abuelita que su esposa había muerto durante el parto de su niño y se había desangrado. Este pastor tenia bastante confianza y amor para mi abuelita Nila. Mi abuelita le ayudaba con las necesidades económicas de su iglesia. Una vez lo ayudo regalandole madera de su aserradero para que construyeran bancas para su iglesia, y a veces le ayudaba con ofrendas especiales. Siempre llegaba a pedirle consejos. A veces llegaba a poner quejas acerca de los problemas entre los miembros de su iglesia o problemas de liderazgo. Me acuerdo un día que llego quejándose de sus problemas mientras el le decía, -Mama Nila, ya no se que hacer? Mi abuelita le respondió - Hijo, ya te crucificaron? Haciéndole recordar que el precio del pastoreado a veces requiere sacrificio y lo que a el le estaba sucediendo no se comparaba a lo que nuestro Señor Jesucristo tuvo que padecer y sufrir.
Esa tarde yo escuchaba con tristeza su llanto y sus quejidos. Sus sollozos eran profundos y sus lamentos agonizantes. Mi abuelita lo consolaba con versos bíblicos y le retaba su fe pero de una manera compasiva y con misericordia.
" -No se, como voy a decirle a mis hijos que su mama se murio, mama Nila,"-gemía y preguntaba entre sollozos. Mi abuelita le aconsejo y sugerio que primero se reuniera con sus hijos en circulo para orar y que mientras oraban les compartiera la noticia. Así fue como fue.
Cuando llegamos mas tarde al velorio, el pastor se miraba mas sereno, tranquilo, y fuerte nos contó que había hecho lo que mi abuelita le aconsejo, que mientras oraban el les compartió que su mama ya se encontraba en la presencia del Señor y que le daban gracias a El por haberla prestado por el tiempo que estuvo entre ellos, y termino diciendole a mi abuelita que aunque los mas pequeños habían llorado, los mas grandes juntamente con el se abrazaron, lloraron y se consolaron. Dios los lleno de paz y serenidad para sobrellevar su dolor y luto. Yo aproveche unos momentos entre el velorio y las preparaciones para meterme en la sala de velorio para satisfacer mi curiosidad y ver a la difunta amada que tanto amor , cariño y al mismo tiempo sufrimiento había traído a esa familia. Antes de partir la mire por ultima ves para decirle adiós me fui triste pero con la certeza que todo principio tiene un final y que esto era una dura realidad de la vida.